Fronteras De Tonalidad Trágica

Fluye el embrujo en la necedad del cielo injertado que enreja la lucha por brillar de astros condenados que a su vez, vierten vapor de distracción, lejos del nacimiento de algo.

Esta noche la luna se ríe del llanto, ríe en silencio; como para opacar la mansedumbre con que se instala la tristeza generalizada.

Momento de apuñalar las estrellas y guardar los últimos destellos en los pétalos de mi espíritu, torpe proyecto de alma que hace poco más de veintiséis años perdió el perfume a cambio del peaje para circular por la autopista del “nada a cambio”, por siempre o hasta la brevedad de un suspiro jamás dedicado.

La tumba que deglute con parsimonia mis genes foráneos, viste de gala con musgo y hongos aterciopelados; también predican desolación.
Sana.
Ni siquiera persiste un olvido, una culpa o la desagradable sensación de perdón; nada hereditario.
Sólo el hartazgo de sentirme vivo.

Tañe la ausencia de un abrazo y el crepitar de lágrimas ciegas en reposo; melodía que amortaja la sabiduría alcanzada por la maestría de desmenuzar la soledad con garantías.
Adormilado, creo que un árbol de tiza me ronronea en cuotas adelantadas, pero es la brisa mutando a viento desganado lo que me anuncia que hasta el mismísimo final no acaba nunca.
Si al menos lloviese…